A veces solemos estar absortos, sumergidos en la rutina que
apenas si nos deja palpar los pequeños logros alcanzados… tanto es así que al
cabo de haber culminado con aquello que tanto anhelábamos, nos embarcamos en un
nuevo viaje cargados de la expectativa e incertidumbre que guarda siempre
un nuevo proyecto. Por supuesto que ésto es parte natural de la naturaleza
humana, siempre deseante de nuevos desafíos, de nuevos logros. Pero si tan sólo
podríamos, por un breve instaste, reflexionar y disfrutar de aquello que tenemos
en nuestras manos… ¡Que felices seríamos! Y esto aplicado a los pequeños
detalles que conforman nuestra existencia diaria, a cada pedacito del día en el
cual obtuvimos mediante nuestro esfuerzo y empeño aquello que, por minúsculo
que sea, nos permite, por ejemplo: llevar el alimento a nuestra casa. Mucho más
aún aplicado a los grandes logros alcanzados con sudor y lágrimas!! Si esto no
forma parte de nuestro ejercicio psicológico diario, más nunca obtendremos la
tan anhelada satisfacción personal! Ya que nunca nos sentiremos satisfechos con
nada, dado que en el mismo instante en que lo obtuvimos, ya se desintegra en
nuestras manos para dar lugar a “aquello otro” que ahora anhelamos con más
fuerza. Y esto no significa no tener sueños o aspiraciones de superación, no!
Muy por el contrario significa: Valorar, asignarle el valor
correspondiente, a aquello que la vida nos da la posibilidad de poseer, de
palpar. Y hacerlo con gran alegría sabiendo que, por supuesto aquel sentimiento
no puede durar para siempre, pero lo que perdurará es el dulzor en nuestro
recuerdo, las marcas de las sonrisas en nuestros rostros y la sensación absolutamente
placentera de disfrute y sentido de la propia vida! Intentemos ponerlo en
práctica, sabiendo que también las actitudes se contagian, se transmiten y se
heredan socialmente.